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LOS BAÑOS DEL ELISEO

Los baños del Eliseo

Los Baños del Eliseo

 

 23 septiembre, 2014

El jurado de la primera edición del concurso de relatos eróticos, compuesto por Marisa Mañana, Isabel Gonzalez y Silvia Grijalba Mención quiso hacer una mención especial al relato «Los Baños del Eliseo» de Elisa García Moreno. 
Por la dificultad de combinar humor y erotismo este relato hace una propuesta gamberra y propicia un encuentro disparatado y excitante.

LOS BAÑOS DEL ELISEO

Hoy, Día del Armisticio, 11 de noviembre de 2009, se cumplen 91 años del fin de la Primera Guerra Mundial. Hace dos días, el presidente de la República de Francia, Nicolás Sarkozy, visitó la capital de Alemania para conmemorar el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín junto a su colega Angela Merkel, quien le devuelve hoy la visita a París. Es la primera vez que un mandatario alemán se une a la celebración del día del Armisticio. Las palabras más repetidas por los políticos que asisten al acto son paz, reconciliación y Unión Europea. Los discursos de las autoridades participantes muestran consenso al señalar a insensatos gobernantes, sangrientos generales y espurios intereses económicos como responsables de aquella catástrofe que costó la vida a más de quince millones de personas. Los representantes públicos se disponen a celebrar un banquete en el Palacio del Elíseo, residencia de los Jefes de Estado de Francia desde hace ciento sesenta años, y residencia de Carla Bruni desde hace dos.

La primera dama comunica a su marido, Nicolás Sarkozy, que antes de entrar en el comedor necesita aliviar sus necesidades. Se dirige a los retretes más cercanos. A pesar de la urgencia que parece acosar a Carla Bruni, se detiene delante de un espejo para atusar su cabello y para cerciorarse de la vigencia de su pintura de labios. Al entrar en la cabina, se desabrocha su largo abrigo de color negro y lo cuelga en la percha interior de la puerta. No lleva ninguna otra prenda debajo. Orina ruidosamente durante casi un minuto. Al acabar la micción exhala un prolongado suspiro de alivio. Saca de su abrigo un paquete de toallitas húmedas, toma una y con ella limpia a conciencia su pubis. Desecha la toallita usada, toma otra y con ella se masajea el clítoris. Cierra los ojos, se muerde los labios y estira las piernas. La masturbación no se prolonga más de veinte segundos. Con un gesto que parece de fastidio arroja el papel al retrete y abre los ojos. Apoya los codos sobre las rodillas y sujeta su cabeza con ambas manos. Al poco, saca un teléfono del abrigo. Lee mensajes. Ahora sonríe. Alarga la mano que sujeta el aparato, el dedo índice de la otra mano se desliza hacia su vagina rasurada y se fotografía.

Se abre la puerta de ingreso al servicio y alguien entra. Carla Bruni dice: “¿Bastian? ¿Cristopher?”. Es decir, pregunta por los dos guardaespaldas que custodian la puerta. Nadie responde. El intruso avanza con pasos seguros. Viste un largo abrigo negro, del mismo color son sus pantalones y sus zapatos. Cuando el sujeto localiza la cabina ocupada por Carla Bruni dice en francés: “Carla, abre soy Angela, Angela Merkel”. Agitada, la primera dama francesa vuelve a preguntar quién es. Angela Merkel repite lo mismo. Carla Bruni pide que espere un momento y le dice que en seguida sale. La Canciller alemana abre la puerta y la encuentra con el abrigo en la mano. El rostro de Carla Bruni expresa sorpresa, mientras que el de Angela Merkel refleja calma y autoridad. Esta última le dice en francés que no se asuste, porque lo que podría suceder en esta cabina, aunque ella aun quizá no lo sepa, es algo que las dos siempre han deseado. Carla Bruni está paralizada. En voz baja y segura dice Angela Merkel: “Llevo mucho tiempo esperando este momento, puede que toda la vida”. Carla Bruni intenta hablar, pero no puede. Ambas mujeres se miran a los ojos fijamente a escasos centímetros de distancia. Ninguna habla. Transcurren diez, veinte, treinta, cuarenta segundos. Angela Merkel acerca su mano derecha a la mejilla de Carla Bruni y la acaricia muy lentamente. Ésta recibe el tacto con una media sonrisa. “Sabía que tu piel sería así, infinitamente sedosa”, dice la Presidenta de Alemania. Pasan unos segundos y añade: “ ¿Sabes? Es la primera vez que pierdo la conciencia de mis actos. No acabo de creer que sea yo quien te está tocando”. Carla Bruni permanece en silencio, pero la adustez de sus facciones va desvaneciéndose. En su lugar, parece dibujarse ahora un aire de aquiescencia. “No conozco a nadie con tanto valor como tú”, dice por fin Carla Bruni. Coge luego la mano derecha de Angela Merkel, y, con morosidad, la acerca hacia sus pechos. Con su otra mano, Carla Bruni toma a la Presidenta de Alemania por la nuca y acerca el rostro de ésta a sus labios. Más que besándose, están rozando sus bocas lenta y delicadamente. Un minuto después, Angela Merkel se aparta con suavidad de Carla Bruni y le quita el abrigo para colgarlo en el perchero. Luego hace lo mismo con el suyo. Sin prisa, la Canciller de Alemania desabotona su pantalón. A continuación, extrae un largo pene erecto que carece de glande. “Me lo implanté en Düsseldorf. Si lo deseas es para ti, Carla. Solo para ti. Hoy se cumple el plazo preventivo. El injerto funciona”. La primera dama de Francia blasfema casi inaudiblemente. Queda de nuevo aturdida. Por primera vez, se aprecia un brillo de vacilación en los ojos de Angela Merkel. Ambas mujeres se están observando otra vez en silencio. Se lanzan miradas indescifrables. El tiempo apenas avanza, parece ir chocando contra olas gigantes. Carla Bruni rompe la angustiosa afonía: “¿Has hecho esto solo por mí, Angela?”. Ésta responde: “Sí, te lo he dicho, Carla, solo para ti”. Carla Bruni, con decisión, cierra la tapa del inodoro y hace que Angela Merkel se acomode sobre él. Luego se sienta a horcajadas sobre ella. La lengua de Carla Bruni lame el cuello de la Canciller, se demora en sus contornos, salta hacia los párpados y las mejillas. Dirige su mano hacia el pene de Angela Merkel, sus dedos lo abrazan con fuerza, palpan toda su extensión con ansiedad. Carla Bruni eleva su pelvis con la misma parsimonia con la que, al bajar, ciñe el falo de la Presidenta de Alemania. La penetrada emite un grito ahogado y Angela Merkel cierra los ojos al tiempo que echa hacia atrás su cabeza. Está musitando unos versos en alemán. Carla Bruni, con una mueca risueña, le da a entender que no ha comprendido. La otra traduce al francés: “Eres la gata de ojos embriagadores. Tu grieta es un socavón en la bóveda del cielo; y a través de ella accedo al olor y al tacto, al color y a la brisa celestiales”. Carla Bruni mueve ahora sus caderas. Se mordisquean los lóbulos, los nudillos, las barbillas… Sus semblantes no dejan lugar a dudas: gozan intensamente. La primera dama de Francia, a tenor de los picos de agitación en su respiración, alcanza el éxtasis con facilidad en varias ocasiones. En cambio, el solitario y rotundo orgasmo de Angela Merkel se retrasa hasta el quinto minuto. Carla Bruni reposa la cabeza sobre el hombro de su amante. Ésta le acaricia el pelo. Al poco, la Canciller alemana le indica que deben irse; “Saldré yo primero”, dice. Carla Bruni asiente con la cabeza. Angela Merkel se viste. Antes de darse la vuelta, saca un pendrive del bolsillo de su abrigo y se lo alcanza. Añade: “Contiene las cumbres en las que coincidiré con tu marido durante el próximo año. Serán treinta y cuatro. Están las fechas, horarios y ubicaciones. Nos veremos siempre en el baño de señoras más cercano al salón comedor. Nueva York: en seis días; Berlín: 3 de enero; y la siguiente en Madrid: 14 de febrero. «Ich liebe dich”.

WikiLeaks. Departamento de admisiones.

Cable: Baños del Palacio del Elíseo.

Informante: V. R. M. Sección: Altos Mandatarios. Prevención de políticas reguladoras de la moralidad pública.

Estado del documento: pendiente de aprobación para su liberación. (*No leído por Julián Assange).

Datos adicionales: grabación audiovisual que corrobora la información.

 

Un relato de Elisa García Moreno